Calibrado plomo judíoNo se sabe si por alguna maléfica intención de los productores –finiquitado Iraq, hay que prepararse para desvelar el siguiente enemigo- o por una especie de conciencia colectiva de los guionistas –son tiempos sombríos que no invitan a mirar hacia delante- a veces concurren en la cartelera varias producciones de tema similar. En el final del pasado año y el comienzo de éste abundan filmes relativos a la II Guerra Mundial y el holocausto judío: El niño del pijama de rayas, Walkiria, El lector… y Resistencia, la que nos ocupa.
Resistencia está basada en la historia verdadera de tres hermanos judíos que durante la ocupación de la URSS por los alemanes durante la II Guerra Mundial se refugiaron en los tupidos bosques de Bielorrusia, donde formaron un grupo organizado de 1.200 judíos que aguantó hasta el final de la guerra.
En el bosque de Nalivoki estos hermanos crearon un campamento fantasma bajo la tierra desde el que hacían incursiones a los pueblos de alrededor para surtirse de víveres, matar nazis y hasta liberar a decenas de judíos del gueto de Novogrudok. Vamos, que ese bosque era como el de Sherwood de Robin Hood en el siglo XIV o los de las sierras españolas de los maquis en nuestra posguerra civil.
La película, basada en un libro de una profesora de la Universidad de Conecticut especializada en el holocausto judío, da a entender que lo especial de este grupo de resistencia, pues hubo muchos durante ese conflicto, es que estaba formado exclusivamente por judíos y que esa era su característica esencial y definitoria, que le llevó a mantener por encima de cualquier dificultad las costumbres y leyes judías.
Es aquí precisamente donde radica el problema fundamental de Resistencia, pues al centrarse demasiado en lo colectivo se deja de lado la parte individual, los conflictos personales, que son los que hacen interesante cualquier película. Aparte de cierta rivalidad entre los hermanos y alguna discrepancia por la concepción de la lucha, los guionistas han preferido destacar la metáfora del éxodo del pueblo judío en constantes alusiones alegóricas sobre la tierra prometida, la tora y la venganza por encima de cualquier otra circunstancia, pasando de puntillas sobre la condición humana de estos judíos y rechazando por consiguiente la riqueza dramática de sus relaciones.
Las virtudes de la película hay que buscarlas en una puesta en escena y una realización correctas, no en vano el director, coguionista y productor es Edward Zwick, un tipo que maneja dinero en Hollywood (Leyendas de Pasión, El último Samurai, Diamante de sangre…), y en la interpretación de los actores protagonistas, encabezados por Daniel Craig -recordado por La madre y Camino a la perdición, aparte de por varias superproducciones, como las últimas de 007-, a quien acompañan Liev Schreiber (Huracán Carter y El amor en los tiempos del cólera) y Jamie Bell (Billy Elliot).
En otro orden de cosas, o en el mismo, cuando se escribe esta crítica son ya más de mil, entre ellos casi 300 niños, los muertos de la denominada por las autoridades israelíes “Operación plomo sólido”, que llevan a cabo contra los palestinos -dicen que sólo miembros del partido radical pero democráticamente elegido Hamás- de la franja ocupada de Gaza, un territorio que, salvando las distancias temporales y algunas pocas más, se ha convertido en un gueto similar al citado de Novogrudok, al de Varsovia o a cualquier otro perpetrado por los nazis contra los judíos. Escuchar los lamentos de los nietos de estos judíos en forma de película después de más de medio siglo, aunque sea cinematográficamente aceptable, a veces resulta tan plomizo como el nombre de esta masacre contemporánea.
FICHA TÉCNICA: Dirección. Edward Zwick. Guión: Clayton Frohman y Edward Zwick. Producción: Pieter Jan Brugge, Roland Tec y Edward Zwick. Fotografía: Eduardo Serra. Música: James Newton Howrd. FICHA ARTÍSTICA: Daniel Craig (Tuvia Bielski), Liev Schreiber (Zus Bielski), Jaimie Bell (Asael Bielski), Alexa Davalos (Lilka), Allan Cordumer (Shimon), Mark Feurstein (Isaac) et alii.