El director argentino Daniel Burman, que nos sorprendió a todos gratamente hace unos años con El abrazo partido, nos presenta ahora una historia de relaciones familiares en la que un matrimonio cincuentón se replantea su relación al quedarse solo por la marcha de los hijos.
En Argentina ha sido un éxito rotundo, y es comprensible, porque esta coproducción hispano-argentina tiene mucho sabor austral, demasiado quizá. Sin embargo, Burman no ha estado a la altura de anteriores trabajos como el antes mencionado, Todas las azafatas van al cielo o Derecho de familia, y sigue obsesionado en explicarnos a todos su procedencia judía. Quizá debería hacer un psicoanálisis.
Sobresale la actuación de Óscar Martínez en el papel del marido, que incluso eclipsa a la gran Cecilia Roth, no en vano fue premiado en San Sebastián con la Concha de Plata, junto con la Fotografía de Hugo Colace, responsable de la luz en recordadas películas como La ciénaga, Historias mínimas o Bombón, el perro.
Un elemento original es la utilización del recuerdo, la ensoñación y la “metaficción” para contarnos esta historia de recapitulación y deseo, bien construida, bien interpretada y bien narrada, que nos hace pasar el rato y pensar un poco, pero nada más.
Nos quedamos con la interpretación, el planteamiento narrativo, la realización y los planos del mar muerto. Ah, y con un par de canciones de Jorge Drexler.
FICHA TÉCNICA
Guión y dirección: Daniel Burman. Producción: Diego Dubcovsky y Jose María Morales. Fotografía: Hugo Colace. Montaje: Alejandro Brodersohn. Dirección de arte: Aili Chen. Música: Santiago Río Hinckelman. Vestuario: Roberta Pesci. Sonido: Juan Ferro.
FICHA ARTÍSTICA
Oscar Martínez (Leonardo), Cecilia Roth (Martha), Arturo Goetz (Dr. Sprivak), Inés Efron (Julia), Eugenia Capizzano (Violeta), Jean Pierr Noher (Fernando) et alii.